Vivir en caja

En cierto momento de mi reflexión sobre la arquitectura, me sorprendió descubrir que el sujeto que Le Corbusier usó para su «Modulor» en América tenía una estatura de 1.83 metros, ¡exactamente la mía! En seguida recordé las proporciones de esa pequeña casa que había habitado durante más de 20 años con mi familia. Me vino a la mente cómo podía palpar el techo con la punta de los dedos al extender mi brazo al máximo; la altura de las puertas, ventanas y otros objetos coincidía con notable precisión con esas referencias espaciales. Parecía que la casa hubiese sido construida siguiendo las proporciones de aquel planteamiento modernista que buscaba la armonía en la habitabilidad de los espacios, funcionales pero confortables.

No obstante, mi casa era un proyecto de vivienda social, rodeada por miles de construcciones idénticas. Difícilmente alguien pensaría en la palabra «armonía» para describir su experiencia en estos espacios. Entonces encontré una confrontación entre el sueño modernista y el interés económico. En última instancia, lo que parecía una fórmula para la habitabilidad terminó por consolidar el espacio como un módulo definido por criterios de mercado, donde la funcionalidad queda subordinada a la rentabilidad.

El proyecto Vivir en caja materializa esta reflexión a través de una serie de cajas de madera que contienen escenarios arquitectónicos, evocando y replicando las proporciones de aquella casa. Cada maqueta, elaborada con papel, dibujo en tinta e iluminación artificial, forma un conjunto de dos piezas: una caja contiene el espacio en miniatura, mientras que la otra presenta un video en loop. En el video, el mismo escenario actúa como fondo para una acción en la que un sujeto habita estas estancias.

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