Falsos infinitos

En este proyecto, Manuel Calderón recurre a una estructura simple pero de alta carga simbólica: dos cajas de luz y un juego de espejos. Al interior de cada una, un dibujo en blanco y negro traza una trama de ladrillos que, por su disposición y perspectiva, genera la ilusión de dos túneles: uno cuadrado, otro circular. Estas formas geométricas, construidas sobre la repetición y la simetría, evocan distintas maneras de imaginar la profundidad y la continuidad.

La pieza explora la idea del infinito como construcción perceptiva: los reflejos múltiples inducen la sensación de un espacio que se expande sin fin, pero que en realidad está contenido, cerrado, autorreferente. Se trata de un falso infinito: una representación cerrada de la eternidad, en la que el movimiento aparente no conlleva desplazamiento alguno.

Dos túneles, dos formas de proyectar el deseo de profundidad. Un sistema cerrado de reflejos, como una máquina óptica de lo eterno. Pero el cuerpo no avanza. El ojo no llega. El infinito es una ilusión perfectamente contenida en una caja de luz.

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